Un día en Milán

Milán es una de las capitales de la moda europeas y, como la moda, o la amas o la odias. Hay quien habla maravillas de esta ciudad y quien después de visitarla tiene claro que jamás volverá. Sean del grupo que sean en lo que sí que coinciden muchos es en que para verla solo necesitas un día. ¿Lo comprobamos?

Mapa con la ruta señalada

Nosotros optamos por volar de madrugada, con lo que comenzamos la ruta directamente desde la Estación Central Milán (1), en la que nos dejó el autobús desde el Aeropuerto Milán-Bérgamo. Si habéis llegado a Milán por otro medio o pasado noche en la ciudad tendréis que adaptar un poco la ruta, pero nosotros os recomendamos que en algún momento os acerquéis a ver la estación, ya que es una de las más monumentales de Europa.

Fachada de la Estación de trenes con tres puertas monumentales. En la plaza que hay frente a la estación hay una estatua de una manzana gigante.
ESTACIÓN CENTRAL DE MILÁN

En Milán las distancias son bastante asequibles así que, a menos que tengáis ganas de dar un paseo en los míticos tranvías de la ciudad, podréis hacer la ruta completa a pie. Nosotros iniciamos nuestro paseo en dirección a la Piazza della Scalla (2). Aquí encontrareis el Teatro alla Scala, el lugar ideal para ver ópera en Milán. También existe la opción de visitar el edificio con visita guiada, aunque nosotros no entramos de ninguna de las dos maneras, por lo que no podemos contaros mucho del interior.

Desde la Piazza della Scala se puede acceder también a la Galleria Vittorio Emanuele II (3), que nos llevará directos al Duomo. Aunque la galería conecta dos espacios tan icónicos de Milán, este edificio constituye por sí mismo una atracción por lo no os lo toméis como un simple atajo. Esta galería comercial fue construida entre 1865 y 1877 y recibe el nombre del primer rey de la Italia unificada. De Vittorio Emanuele ya os contaremos más cositas en el post dedicado a Turín, así que centrémonos aquí en el edificio en sí.

Destacan las bóvedas de cristal y los mosaicos de la parte alta.
PANORÁMICO DE LA GALLERIA VITTORIO EMANUELE II

El edificio se compone de dos arcadas perpendiculares cubiertas por una gran bóveda de cristal. En el lugar en el que se cruzan ambas calles se forma una sala octogonal cubierta por una gran cúpula. Justo en esta sala central encontraréis un mosaico con el escudo de los Savoia. ¿Cómo lo reconoceréis? Pues muy fácil, estará rodeado de turistas intentando pisar el torito central. Y es que aquí llega el ritual de la ciudad, si queréis tener suerte tendréis que girar sobre una pierna sobre el mosaico (más concretamente jurar con el pie derecho y pisándole los huevillos al animal).

Mosaico en el suelo con un escudo azul con un toro en el centro.
EL RITUAL TURÍSTICO DE MILÁN

Os confesaremos que nosotros no tuvimos paciencia para completar el ritual ya que había muchísima gente esperando su turno para hacerlo. Si tenéis más suerte que nosotros podréis continuar la ruta con vuestra ración de buena suerte diaria. Con suerte o sin ella, nuestra siguiente parada no es otra que el famoso Duomo (4), la catedral de Milán. La construcción de esta maravilla duró la friolera de 479 años, pero cuando veáis el resultado coincidiréis conmigo en que fueron años muy bien invertidos ya que estamos ante una de las catedrales más grandes del mundo.

Fachada principal del Duomo
DUOMO DE MILÁN

Si bien el exterior no os dejará indiferentes, no os podéis perder también la visita al interior del Duomo y, sobre todo, no podéis dejar de subir a las terrazas. Si subís por las escaleras la visita os costará 15€, aunque también se puede subir en ascensor por 20€ (precios actualizados en 2022).

Arbotantes de la catedral
CUBIERTAS DEL DUOMO

Con esta entrada también podréis visitar el Paseo Arqueológico y el Museo del Duomo, ambos muy recomendables. Durante la visita a este último, podréis ver de cerca alguna de las estatuas que decoraban la fachada de la iglesia. Y esto me lleva a haceros una pequeña adivinanza, ¿cuántas estatuas creéis que decoran el Duomo? Os dejo pensándolo mientras os hablo del Paseo Arqueológico.

Al Paseo Arqueológico se accede desde el interior de la catedral. Una escalera desciende a los subterráneos de la Piazza del Duomo, dónde podréis ver los restos de la Catedral de Santa Tecla y del baptisterio cristiano del siglo IV. Si al salir de la catedral os fijáis en el suelo, podréis ver dibujados en él los contornos de los restos que acabáis de ver. Pero volvamos a las estatuas, a ver cuánto os habéis acercado. El exterior del Duomo está decorado por… (redoble de tambores) ¡¡3.400 estatuas!! ¿Lo habíais adivinado?

Disfrutar del Duomo nos había abierto el apetito por lo que justo después de la visitamos aprovechamos para probar un clásico de Milán: los panzerotti. En realidad, esta especie de empanada es originaria de Plugia, pero los panzerotti del Luini (5) tienen una fama singular. En este restaurante no hay dónde sentarse y hacer cola está asegurado, pero no dejéis de probarlos por estas nimiedades. En cuanto a nuestra recomendación sobre el menú, los más tipicos son los panzerotti fritos de mozzarella y pomodoro, por lo que esta fue la opción por la que me decanté.

Mostrador de panzerott, cartel del Luini y un montón de gente esperando a ser atendida.
PANZEROTTI EN EL LUINI

Después de comer decidimos pasear por el Quadrilatero d’Oro (6). Como os mencionábamos al principio, Milán es una de las capitales de la moda y las calles Della Spiga, Sant’Andrea, Manzoni y Montenapoleone delimitan el “distrito” de la moda de Milán. Aquí encontraréis tiendas de marcas archiconocidas como Dolce&Gabbana, Dior o Armani, con lo que nosotros aplicamos aquí eso de «se mira, pero no se toca» o lo que es lo mismo, se mira pero no se compra.

Desde aquí nos dirigimos hacía el Castello Sforzesco (7), pasando de nuevo por la Piazza del Duomo. Este castillo fue construido en el siglo XIV, pero, debido a su función defensiva, necesitó sucesivas reconstrucciones y restauraciones. Por ejemplo, una de estas reconstrucciones fue debida a que el castillo fue derruido por orden del mismísimo Napoleón. El acceso al patio del Castillo es totalmente gratuito, aunque para acceder al interior se debe pagar entrada. El precio de la entrada es de 5€ y esto da acceso a los diversos museos que encontramos en el interior del edificio.

Fuente en primer plano y detrás la entrada del Castillo
CASTELLO SFORZESCO

Volviendo a Napoleón… En nuestra siguiente parada, el Parque Sempione (8), veremos el Arco della Pace que se empezó a construir para conmemorar la victoria de Napoleón pero que se acabaría de construir para conmemorar la paz de 1815 después de su derrota. Irónico, ¿no?

Gran explanada de césped donde hay mucha gente sentada. Se ve al fondo un lago artificial y más allá un Arco triunfal.
ARCO DE LA PACE

Desde el Parque Sempione nos dirigimos a nuestra siguiente parada: la iglesia de Santa María delle Grazie (9). Espero que estéis leyendo esto con la suficiente antelación porque aquí viene un preparativo URGENTE. Antes siquiera de buscar hotel, antes incluso de sacar los billetes: ¡reservad las entradas para la Última Cena! Nosotros ya os adelantamos que no las conseguimos (a pesar de que lo miramos con mes y medio de antelación). En nuestro caso, al no conseguir entradas en la página de compra oficial, decidimos dejar esta visita para otra ocasión, pero si nos volviera a ocurrir nos plantearíamos contratar alguna excursión que incluyese la entrada al Cenacolo, como por ejemplo, este Tour por Milán o esta visita guíada a la Última Cena.

Gran iglesia de ladrillo rojo y aspecto sencillo.
IGLESIA DE SANTA MARIA DELLE GRAZIE

Después de hacer hincapié en que debéis comprar las entradas con antelación, hablemos de la Última Cena. Seguro que a casi todos os suene esta obra ya que es una de las pinturas más famosas del mundo, pero no está de más hacer un repasito. Esta obra fue pintada entre 1495 y 1497 por el mismísimo Leonardo Da Vinci. A pesar de que la obra las ha pasado canutas a lo largo de su historia, la pintura se ha conservado hasta nuestros días. Os pongo un ejemplo de los múltiples pormenores por los que ha pasado la obra. La pintura se hizo sobre la pared del comedor del antiguo convento dominico de Santa María delle Grazie. Pues bien, aunque la pared sigue siendo la misma, os sorprenderá saber que este comedor estuvo una buena temporada sin techo. En 1943 cayó una bomba que dejo el comedor sin techo y la pintura a la intemperie.

Sobre Leonardo también podríamos hablar largo y tendido en este post porque su relación con Milán fue muy estrecha. A parte de la Última Cena, las huellas que dejó Da Vinci en la ciudad son innumerables. Aquí hizo, por ejemplo, sus primeros trabajos importantes contratado por Ludovico Sforza (sí, sí, de los Sforza del Castello Sforzesco). Y hablando de Leonardo, algunos de sus inventos se pueden ver en el Museo de la Ciencia y la Tecnología de Milán (10).  Nosotros no entramos por falta de tiempo, pero como somos bastante curiosos con estos temas creemos que nos hubiera gustado.

Graffiti de Leonardo Da Vinci en las calles de Milán. Sale un señor con barba escribiendo en pluma sobre un pergamino.
LEONARDO DA VINCI PROTAGONIZA INCLUSO MURALES EN MILÁN

Nuestra siguiente parada fue la Basílica de San Ambrosio (11), el segundo templo más importante de Milán después del Duomo. Este templo existe desde el año 386, aunque la iglesia actual fue construida en el siglo XI. El edificio constituye uno de los ejemplos más importantes del románico lombardo.

Patio de entrada a la Basilica, con arcadas a los lados. La iglesia es de ladrillo rojo. A cada lado se levantan dos torres asimétricas. La de la derecha es más baja que la otra.
BASÍLICA DE SAN AMBROSIO

Para hablaros de los orígenes de esta iglesia os tenemos que hablar de tres personajes: San Ambrosio (obviamente) y los mártires San Gervasio y San Protasio. Gervasio y Protasio eran dos mellizos nacidos en Milán que fueron ejecutados por practicar la fe cristiana. Años más tarde, gracias a una premonición, el obispo Ambrosio encargó una excavación en la que se encontraron sus cuerpos. Fue en ese mismo lugar donde el obispo mandaría construir una iglesia, que después de su muerte, pasaría a llevar su nombre: la Basílica de San Ambrosio. Actualmente se pueden ver los esqueletos de estas tres personas en la cripta del templo.

Tras esta visita, tocaba poner rumbo al barrio Navigli (12). En el siglo XII se construyó en torno a Milán una red de canales artificiales navegables. De esta manera se quería dotar a Milán de acceso fluvial, tanto para mercancías como para pasajeros. Originalmente existieron cinco canales, pero aquí sólo veremos dos: el Naviglio Grande y el Naviglio Pavese. Por cierto, en el diseño de las esclusas de estos canales también participó Leonardo Da Vinci.

Canal artificial. Se ve un puente que lo cruza y a cada lado hay paseos llenos de terrazas de los bares.
NAVIGLIO GRANDE

Lo mejor es simplemente callejear por el barrio y recorrer los dos canales, aunque, si hacéis la ruta como la hemos hecho nosotros y dejáis esta zona para el final os recomiendo también hacer aquí el aperitivo. Y ahora me diréis: “¿Un aperitivo? ¿ahora? Si lo que tendré son ganas de cenar”. Pero es que el aperitivo en el norte de Italia tiene un significado totalmente diferente… El aperitivo es algo así como una Happy Hour, sólo que en lugar de que las bebidas salgan más baratas son más caras. Parece una insensatez, pero tiene truco: pagas un poco más por cada copa, pero comes «todo lo que quieras». Lo pongo entre comillas porque realmente los italianos no lo ven tanto como una cena, sino como el pica-pica previo, por lo que no hay que tomárselo como un buffet libre. En nuestro caso, nosotros comimos en uno que se llamaba Vintage y la «cena» nos costó 7 euros a cada uno.

Después de esto, y teniendo en cuenta el madrugón que hicimos ese día, nos fuimos directamente al hostal. Para este viaje optamos por ir a lo “barato” y dormimos en una habitación compartida en el Queen Hostel (13). Sabemos que es una opción que no es del gusto de todo el mundo, pero la verdad es que a nosotros nos gustó el sitio así que no podíamos dejar de mencionarlo.

Y hasta aquí nuestra ruta por Milán en un día. Seguro que nos quedaron muchas cosas en el tintero (el Cenacolo sin ir más lejos), pero podemos confirmar que es posible descubrir la ciudad en 24 horas. Nosotros como mucho le hubiéramos dedicado medio día más, pero en esta ocasión llevábamos otros planes y al día siguiente nos levantamos temprano para acercarnos al Lago di Como, una zona a la que le teníamos muchísimas ganas.  ¿Nos acompañáis en la siguiente etapa de nuestra escapada por Italia?